Pasa tan de puntillas..





Confiamos en que la vida nos traerá oportunidades que sabremos aprovechar.

Pero la vida pasa tan de puntillas, que apenas oímos cuando nos deja un regalo en la puerta de nuestra casa.

Si no tomamos la decisión de arriesgarnos a vivir la vida, de apostar por las opciones que se nos presentan, estas se escapan y otro arriesga por nosotros.

Tal y como pasan los años, nos volvemos racionales y tomamos las experiencias vividas como escarmientos. El manto de la decepción y de la incredulidad las cubre y se muestran imperceptibles a nuestros
sentidos.

Hay quien no cree que la suerte sea para todos, pero es importante saber cuándo se nos acerca porque hay que mirarla de frente y creer en ella.

No podemos pretender que todo esté a nuestro favor para lanzarnos a subir al tren de la vida porque esperando nos quedaremos en el andén, frente a los vagones abarrotados de personas que de una zancada subieron
persiguiendo una ilusión, un objetivo, una meta.

Si miramos atrás, en la infancia no era tan difícil seguir un impulso. La ilusión nos daba el empuje para aceptar retos difíciles de alcanzar, a pesar de nuestra corta edad.

Nos retábamos a nosotros mismos sin temor a fallar, a equivocarnos.

La ilusión se va perdiendo con los años si no la alimentamos con buenos momentos y deseos de mejorar.

No voy a esperar que el tren de la vida haga su parada frente a mi puerta. Subiré en marcha, y con mi impulso subiré a quien quiera acompañarme.

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